La esquizofrenia de la escuela (II)
(Artículo publicado en Granada Digital, Plaza Nueva)
29/12/2003
La escuela dejó
de llamarse escuela con la Ley General de Educación de 1970. El país era
otro, la sociedad también. La escuela tenía que dejar de serlo para acoger a
los hijos de las nuevas clases medias. La mayoría de los colegios privados
pasaron, como colegios subvencionados, acoger a esas mismas clases sociales,
pero - eso sí - cuando los padres no querían que sus vástagos estuvieran, o
temían que acabasen estando, con los advenedizos, con los que en los nuevos
centros, ahora colegios con el añadido de públicos, intentarían medirse con
ellos.
Las ciudades crecieron, los pueblos se vaciaron o casi;
en algunas zonas se quedaron prácticamente sin niños. Las
ciudades crecieron con un urbanismo de auténticos guetos, pobres
o de lujo, pero barrios, barriadas monócromas, con gentes de un
estatus social muy uniforme y claramente diferenciado según qué
sitios. El Bachillerato Elemental fue la primera víctima. Todos
los alumnos quedaron escolarizados en la EGB hasta los catorce
años. Después, tres opciones: el trabajo, la F.P. o el BUP.
No voy a entrar en detalles, pero sí diré que la
escuela cambió porque aceptó de manera optimista aquel reto de
los alumnos mayores, de todos los alumnos escolarizados, del fin
de la sangría de los mejores camino del Bachillerato. Lo aceptó
porque también hubo una incorporación masiva de maestros de una
extracción social muy distinta a la anterior. Los mayores,
aquellos que soñaron con alcanzar el número uno en el escalafón
mientras tenían las clases de los mayores, las menos numerosas,
las mejores y con el menor trabajo, se resistieron, pero
acabaron en la primera etapa, bregando de nuevo con los
pequeños, temiendo que los padres invadieran su territorio, que
los alumnos fueran demasiado díscolos y ya no pudieran disponer
de las medidas disuasorias que, legales o no, habían sido sus
armas en el oficio. En las zonas más pobres, con los alumnos de
peor extracción social, aquello de la promoción automática, de
la imposibilidad de permanecer ni un año más en la escuela fue -
la ley ya optaba por la enseñanza comprensiva, aunque los
progres sigan sin querer admitirlo - lo que se temía: el
principio de un fracaso crónico arrastrado un curso tras otro y
que acababa teniendo una repercusión nefasta en el tema de la
disciplina, y que era una carga demasiado pesada para los
profesores y para los alumnos más aventajados. El panorama se
volvió imprevisible con la Matemática moderna, aquel horror de
los conjuntos con el que ya no podían lidiar los padres y no
mucho mejor los maestros, entonces ya profesores de EGB. La
Lingüística, que reunió la generativa, el estructuralismo y todo
lo que entonces circulaba por la Universidad en un marasmo en el
que ya nadie se aclaraba y menos que nadie los padres que
tradicionalmente habían ayudado a sus hijos con los deberes. Se
suprimieron los deberes. Sí, se suprimieron por ley. Se
suprimieron los programas por cursos y los libros de texto. Ya
no hubo enciclopedias, ni libros de texto. Todo fue barrido y el
afán de vender de las editoriales hizo que prepararan costosos
libros de consulta y libros de fichas, supuestamente
individualizas. Empezó a divulgarse la teoría vagamente
freudiana del trauma.
Se recurrió como nunca al culto a la espontaneidad, la
pedagogía del deseo como regidor del trabajo escolar y, a golpe
de un Rousseau mal leído, lo que fue La Escuela Nueva y todo lo
que empezó a moverse en la Transición, la escuela pública,
entonces ya colegio, palabra mágica que borraba las
connotaciones de la escuela, empezó a zozobrar, empezó a
perderse en las contradicciones. No tardaron las autoridades en
intentar atajar el fracaso permitiendo que los alumnos se
quedaran un curso más. Error craso. Principio de todos los
encanallamientos posteriores. Mientras no pudieron repetir, la
mitad de los alumnos se iban sin el Graduado Escolar. Cuando
pudieron hacerlo, muy pocos no lo obtenían en el primer año.
Así, los profesores, ocultando el hecho de que era demasiado
optar por el martirio de aguantar a los peores un año más, se
buscaron justificaciones mil. Había quien no suspendía porque
eso era represivo, quien no dejaba un alumno en octavo por no
perjudicar a los compañeros que cogieran el curso al año
siguiente, quien opinaba que repetir era un premio y los premios
no se dan a los malos. Había quien a la obligación de ' oír a
los padres' le daba el poder del imperativo categórico que
alejaba de él toda responsabilidad. Creyeron salvarse con eso.
Creyeron que así no tendrían problemas con nadie. Fueron
realmente ingenuos. Curso a curso, promoción a promoción, la
escuela, colegio público ya, se deterioraba. Se deterioraba en
silencio. Centros malos y peores sacrificaron a muchos
profesores del segundo ciclo de EGB. Los centros subvencionados
se llenaron en un intento de escapar de la marea, pero también
ellos tuvieron libros de consulta y fichas, y problemas graves
para hacer repetir a los alumnos, y presiones de unos y de otros
y tentaciones superiores a las propias fuerzas morales para
resistirlas.
Los institutos no corrieron mejor suerte. La falta de
alumnos, que empezaron a quedarse en los colegios cuatro años
más, el hecho de que hubiera más profesores interinos que
funcionarios, el panorama político que anunciaba ya el cambio,
hicieron vivir tiempos difíciles. La Ley del 70 sólo fue
efectiva a nivel de clases cuando llegó en el 75 la implantación
del BUP. Centros que pasaron de vacíos a masificados: la
Transición en marcha. Los institutos tomados por una izquierda,
casi siempre recién salida de la derecha, obstinada en hacer
méritos, en merecer el olvido, en ser distinta de ' lo anterior
', en colocarse, en trepar gracias a la política, en resarcirse
de un pasado que casi siempre había sido de privilegio y que con
los cambios peligraba seriamente en su continuidad. De la mano
de Gransci, de Marx y de un Mayo Francés recién descubierto, se
convirtieron en el rompeolas de la politización más extremosa.
Conventos que se vaciaban, parroquias que veían marchar a sus
curas incorporados a la vida civil con deseos infinitos de
recuperar el tiempo perdido. Seminarios amenazados de cierre
dado el número de abandonos. Todos recalando en la enseñanza que
necesitaba profesores para acoger las promociones de los que
llegaban de la EGB. Alumnos buenos, malos o regulares, de una
extracción social distinta de la que había sido habitual en los
institutos, viviendo o sobreviviendo con un proyecto personal o
sin él. La educación personalizada, la evaluación, las tutorías,
los Seminarios que se constituyeron entonces, todo lo que era la
ley ignorado, cubierto de ignominia bajo el genérico del horror
a ' una ley franquista'. Los alumnos entrando y saliendo de
aquellos centros entre huelgas, mítines, asambleas y protestas
varias. Había quien aprobaba a todos los que estaban en acta,
hubieran ido a clase o no. Había quien se hacía el héroe
consiguiendo que toda clase fuera un mitin, proscribiendo de
paso los exámenes y las notas que no fueran el suficiente para
todos. Democracia, derechos y deberes tuvieron interpretaciones
variopintas y muy lejos de las que constituían su razón de ser.
El absentismo fue masivo y los abandonos también. No quedó
autoridad que no fuese denostada, insultada, zaherida por
aquellos profesores que primero odiaron a los colegas
funcionarios y más tarde , cuando ellos ya fueron funcionarios
del cuerpo de Agregados, a los Catedráticos. Seguridad jurídica:
ninguna. Presiones, luchas sin más sentido que el político:
todas las imaginables. Demagogia: torpe, pero continua y
bastante eficaz dada la indefensión de los más. Mientras la
llegada del lumpen o de los alumnos de las clases más
desfavorecidas social y culturalmente al instituto no fue un
hecho, muchos profesores jugaron a muchas cosas, utilizaron todo
lo disponible para conseguir plazas en propiedad sin pasar las
duras oposiciones que habían sido la tradición de los
institutos, destinos de claro privilegio gracias a una
masificación hasta entonces desconocida, a la proliferación de
los nocturnos. Todos o casi incumpliendo la ley, ignorándola.
Algunos, los que se negaban a entrar en la demagogia al uso, no
solían hacerlo en base a la ley del 70 sino obstinados en
mantener vigente la anterior, la ley o lo que había sido la
tradición en los centros. Mientras tanto, la realidad seguía
cambiando.
Más de uno se sorprenderá si le digo que muchos de los
profesores que hoy ya no pueden más, pedían - con huelga
incluida - que los claustros fueran paritarios ( se entiende
profesores, padres y alumnos) o que los alumnos formaran parte
de los equipos de evaluación en su condición de 'asesores' de
los profesores. No hablemos de las veleidades autogestionarias
que acabaron en su forma light dando la LODE. Me quedaré en una
reseña de cómo se empeñaron en romper con todo signo de respeto
entre los alumnos y los profesores, entre los profesores y los
padres. Con qué empeño apostaron por las formas de convivencia
más groseras haciéndolas pasar por progresistas o por
simplemente democráticas. Insultar a un profesor o al director
se consideraba libertad de expresión, al igual que pintar una
pared o romper lo que fuera. Con todo, los alumnos de entonces,
en su conjunto, eran muy distintos de los de hoy. El instituto
iba de progre, muchos profesores también, pero los alumnos que
llegaban estaban muy seleccionados, por la escuela o por la
vida, y sus padres no eran como hoy son aquellos alumnos
precisamente, aquellos que aprendieron en las aulas a tener
todos los derechos sin pensar en las obligaciones, aquellos que
acabaron creyendo que la libertad era dar rienda suelta al
impulso, que toda autoridad era coacción y sobre todo, que para
aprender sólo era necesario sentirse bien, ser feliz.
Se esperaba la LOGSE, que se hizo esperar realmente.
Para los impacientes hubo la experimentación de reforma y luego
la reforma. Entre las dos y el desencanto acabaron con toda
esperanza razonable. Muchos ya querían que todo siguiera, al
menos y como mal menor, igual. No fue así. Llegó la LOGSE. Llegó
y todo fueron sorpresas...
Principal Narrativa Obras técnicas Biografía de la autora Artículos Comentarios Cómo contactar
.