Martina Martínez Tuya

 

 

A vueltas con la educación para la ciudadanía

 

       La Educación para la Ciudadanía es una vuelta más de tuerca para dejar en letra muerta el artículo de la Constitución en el que se reconoce el derecho de los padres a la educación de sus hijos – con prioridad sobre el derecho que pueda tener el Estado al respecto-.
      No se trata de defender o no ese derecho en los términos en los que se especifica en la Carta Magna, sino que está ahí y mientras el referido artículo no sea cambiado o derogado, dice muy poco del sentido democrático de un gobierno el que quiera sin más eludirlo o suplantarlo abusando claramente del poder que le ha sido otorgado.
      Esa es la guerra empezada desde la Transición.
      En este país ni la derecha tradicional ni la izquierda tienen un origen liberal y por lo mismo carecen de un verdadero sentido de lo que es la ciudadanía.
      La derecha clásica es dogmática, por eso se la reconoce. La izquierda es sectaria, pero, no recuerdo quien decía con total acierto, como aquí la izquierda procede de la derecha – y yo añadiría que con frecuencia de la más tradicional (véase la trayectoria escolar de la mayoría de los políticos de izquierda, por ejemplo) resulta que son dogmáticos y sectarios.
      El PSOE desde el poder, y a base de presiones mil cuando es oposición o por la vía de la acción sin más, nunca se ha conformado con defender sus opciones o convertirlas en leyes.
      Quiere que se acepten como lo mejor, lo infalible, lo normal, lo que todo el mundo ha de creer, lo único correcto.
      Jamás se conforman con que sea legal: quieren que sea moralmente universal, indiscutido e indiscutible.
      Uno de los lugares elegidos para que así sea es la Escuela – a cualquiera de sus niveles, de la Primaria a la Universidad-. La defensa de su ortodoxia es demoledora y la defenestración o el ostracismo al que someten a los discrepantes sólo tiene dos formas distintas según estén en el poder o en la oposición, pero casi igualmente eficaces.
      En esta línea se ha vuelto a lo que desde la ortodoxia de la dictadura se llamaron las “lecciones ocasionales” o la consagración de determinados días a la exaltación de esto o de aquello, de este o aquel héroe.
      No conformes con eso, se inventaron las Educaciones mil: para la paz, para la convivencia, para la coeducación, para solidaridad, la educación sexual y otras. Siempre con esa intención dogmática.
      Es curioso, pero incluso aquellas cosas que desde las instancias oficiales no pueden regularse ni adaptarse fácilmente a un “catecismo”, las directrices de las Delegaciones, Inspecciones, etc. ordenan minuciosamente a los profesores cómo llevar a cabo tales”educaciones”. Es más curioso aún que los profesores – proclives por lo general a no tomarse muy en serio lo ordenado en lo que a programas, métodos, etc. se refiere-, obedecen sin chistar y al pie de la letra a todo esto( tengo la impresión de porque les libera del trabajo real de las clases y les parece que en lo “lúdico- bailable” como decía un compañero mío van a tener menos problemas. Las editoriales (resultan más que significativos los cambios que se han producido en la autorización de los libros de texto – que dicho sea de paso no son legalmente libros de texto y por supuesto ningún profesor está obligado a utilizarlos-) secundan sin pestañear las consignas.
      La Educación para la Ciudadanía, ¡Ojalá todo el mundo tuviera claro qué es un ciudadano y qué educación necesita para seguir siéndolo o para poder serlo! es- simplemente- eso mismo pero con el rango de Asignatura. Había que encumbrar las leyes “progresistas” al rango de leyes morales y eso es lo que se les ha ocurrido para conseguirlo (vuelta al catecismo que es lo aprendido en su propia infancia).
      Basta con revisar los textos para darse cuenta de que ese era el objetivo y a ese objetivo se ha sacrificado cualquier posibilidad de educar a los niños y los jóvenes para que sepan ser ciudadanos.
      La pugna actual, las objeciones, todo eso se enmarca en el tema del derecho a la educación de los hijos y desde luego es un espectáculo en el que destaca – sobre todo- que ENTRE PILLOS ANDA EL JUEGO.
      En lo que a los alumnos se refiere todo dependerá – como de hecho sucede con todas las materias -de quién lo dé, de si el profesor sigue un texto o si decide pegarse al boletín y crear su propia clase desde una conciencia de sujeto verdaderamente libre y cívicamente responsable. Aunque parezca un contrasentido, el boletín siempre es menos dogmático que el gobierno que lo ha elaborado (los gobiernos suelen contar con que los profesores se van a pegar al texto y ponerse a bien con el établissement.

     ¡Es triste!, pero es así.

 

       

 

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