En este tema, que ejemplifican las estadísticas: Aumento global de
los aborto es de un 6,5 % anual, siendo el número total de 85.000. De esa cifra,
12.000 se dan en menores de 20 años y 369 en menores de 15. La tasa global en
mujeres de 19 años o menos es del 10,57. Hay una aparente
contradicción entre el dinero gastado en campañas a favor del uso de
preservativo, la facilidad para adquirirlo, así como el tiempo y los
recursos de todo tipo gastados en LA EDUCACIÓN SEXUAL (en la que intervienen
todo tipo de asociaciones, ONGS, colectivos varios y variopintos). Contrasta, también,
esta realidad con una supuesta mayor formación de los jóvenes. Es a destacar que
las cifras han crecido sin parar, mientras que en estos años el número de
adolescentes no ha hecho más que decrecer. Hay algo
incuestionable: los medios empleados son ineficaces. Estamos ante un
hecho de suma gravedad: Hay medios y no se
utilizan.
Hay información y no se utiliza. He empezado
diciendo que había una aparente contradicción.
Es aparente porque en realidad hay poca formación sexual – nula educación o
casi- y la formación sexual que hay es mala.
Me explico:
La
educación sexual que hiciera efectivos los recursos disponibles se quiere
hacer compatible con: -
El culto a la espontaneidad –aquí con lo púlsatil, lo instintivo -
La propaganda explícita en los medios de una sexualidad sin responsabilidad.
La banalización de las relaciones sexuales es lo habitual.
- El abandono de la formación en el autocontrol tanto de
los impulsos como de los simples movimientos. -
El sexo se ha convertido en un objeto más del consumismo. -
La propaganda descarada que incita a pensar que existe una real igualdad
sexual entre el hombre y la mujer. Algo que nunca es cierto y menos que
nunca en las edades que nos ocupan. -
La ausencia de una educación sentimental dentro de un marco educativo que
abarque el desarrollo de la personalidad en su sentido más amplio. -
Los mitos sexuales, que pueden no ser iguales que los de otras épocas, pero
que siguen existiendo unidos a un sentido fatalista muy arraigado y yo
diría que en aumento por el fenómeno de la aculturación generalizada.
Las chicas se encuentran en una situación de infancia robada y de pubertad
desviada.
Su manera de decidir (en el supuesto de que las relaciones no se lleven a
cabo bajo los efectos del alcohol o las drogas) es en la inconsciencia. Hoy
se está retrasando la edad infantil en todos los campos, menos en los
aspectos biológicos. Las púberes y
adolescentes son incapaces de medir los riesgos. Se entregan, con
demasiada frecuencia, bajo presiones de los chicos. El chantaje emocional y
psicológico está a la orden del día, así como los malos tratos cada vez más
frecuentes.
La sociedad no
puede seguir trivializando estos temas y mintiendo.
En formación: si el sexo se adelanta biológicamente hay que compensarlo
educativamente para que sea posible la continuidad de la maduración. El sexo precoz
detiene el desarrollo y excluye la pubertad cultural. Hoy, que debería ser
posible acabadas las trabas económicas que impedían el acceso a la cultura,
se ve cercenado por la irresponsabilidad de cuatro reprimidos que se creen
liberados y llevan años adoctrinando en el tópico del sexo cuanto más mejor,
cuanto antes mejor y no importa cómo. Eso, y el silencio de la mayoría
de los profesores y de la sociedad en su conjunto.
El sexo precoz excluye el erotismo, la sofisticación , el juego y el
refinamiento que supone la prevención, propiciando las experiencias más
desagradables y de graves consecuencias. Las campañas del
preservativo parecen olvidar que usarlo requiere un claro autocontrol, un
mínimo de destreza, un reducir y compensar los inconvenientes que presenta
con algo más que el furor de las hormonas adolescentes. Necesita un profundo
respeto hacia el otro… en definitiva una madurez. La píldora requiere
responsabilidad, decisiones controladas anteriores y posteriores al impulso.
Requiere ir al médico – las adolescentes son muy poco autónomas aunque
parezca lo contrario- Incluso en los centros de planificación se encuentran
avergonzadas, pasando con frecuencia a ser descaradas, lo que es en
definitiva otra forma de avergonzarse. La píldora del día
de después es algo tan frecuente que hace ver hasta qué punto se utiliza
como un método anticonceptivo.
Este panorama nos
trae a la actualidad una situación en la que la injusticia generada por un
intento de igualdad entre los sexos tiene tintes dramáticos. Un aborto es un
trauma para la mujer. Lo es en el momento clínicamente; lo es -antes y
después- psicológicamente. El precio es
siempre una castración, un alejamiento emocional. Eso no significa que más
tarde no pueda – como siempre que queremos ignorar una realidad de nosotros
mismos – cobrarnos un precio. Se ha dedicado
dinero, esfuerzos, tiempo, pero no se ha hecho una revisión seria del
fracaso de todo lo invertido y va siendo hora de que se haga.